Pedro Poveda es un santo para nuestros días. Su vida es la del creyente que vive la fe en el día a día y que no vacila en confesarla, aún en medio de la dificultad.
“Mi creencia mi fe, no es vacilante, es firme inquebrantable¨.
Son palabras suyas en 1920. Palabras vividas desde su juventud y en las difíciles circunstancias en las que le tocó vivir.
Cuando las escribió, Poveda estaba a punto de trasladarse a Madrid con un nombramiento de Capellán de la Casa Real. En la capital (1921-1936), Poveda se relacionó con las principales asociaciones y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que, desde la orilla creyente, se esforzaban por defender la autonomía de la labor docente en medio del ambiente de descristianización programada del país.
Su presencia activa, era al mismo tiempo serena, tolerante. Quienes le trataron entonces han escrito que “la santidad del P. Poveda resplandecía en apoyar resueltamente toda obra de Dios especialmente educativa, partiera de quien partiera la iniciativa".
Su actividad no se quedó en palabras. Sus esfuerzos por afianzar su Obra, la Institución Teresiana, no mermaron su apoyo a otras propuestas educativas y proyectos. Él ofreció alternativas para los católicos que querían vivir su fe sin disociarla de su tarea profesional. Estaba convencido de que “Creer bien y enmudecer, no es posible".
Un hombre conciliador y tolerante
En el clima de tensión que vivió España durante los años previos a la guerra civil, Poveda recomendó siempre a sus colaboradores y miembros de la Institución Teresiana audacia para mantener sus principios pero con mansedumbre, sin provocaciones. En 1935 afirmaba que “La mansedumbre, la afabilidad, la dulzura, son las virtudes que conquistan al mundo”.
Ante el conflicto que se vivía en España él pedía serenidad, oración continua, reflexión y la misma actitud que tuvieron los primeros mártires cristianos. Pocos días antes de morir, en julio de 1936 escribía:
Pedro Poveda murió el 28 de julio de 1936. Fueron a buscarle a su casa en la calle Alameda. Acababa de celebrar su última Misa. Al identificarse dijo: “Soy sacerdote de Cristo”.“Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos para aprender de ellos a conducirnos en tiempo de persecución. ¡Cómo obedecían a la Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio, cómo oraban por sus perseguidores, cómo perdonaban, cómo amaban, cómo bendecían al Señor, cómo alentaban a sus hermanos!”.
Su proceso de beatificación se inició en 1955. Fue declarado mártir y beatificado por Juan Pablo II en Roma el 10 de octubre de 1993. Junto a él fue beatificada Victoria Díez, una joven de 33 años, maestra rural y miembro de la Institución Teresiana.
Impulsor del laicado
Reconocido por la UNESCO, en su centenario, como Humanista y Pedagogo, fue un promotor de la acción de los laicos, medio siglo antes de que el Concilio Vaticano II reconociera su llamada a la santidad desde el ejercicio de su tarea profesional en medio de la sociedad.
Convencido del papel insustituible de las mujeres en la sociedad futura, confió a mujeres jóvenes su proyecto educativo. En una época en que la mujer accedía por primera vez a los estudios superiores en España, quiso entre sus colaboradoras personas que mostraran “con los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida”.
Con los más pobres
Poveda había iniciado su labor evangelizadora en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad de Guadix (sur de España), al inicio del siglo XX, donde un grupo de personas, los “cueveros”, vivían al margen de una de las diócesis más antiguas del país. Gitanos, obreros sin cualificar, parados, alfareros, formaban un mundo aparte, en el que rara vez entraba un accitano del centro de la ciudad. El joven Poveda, aún seminarista, inició una labor de acercamiento a aquél mundo marginal, conquistó el corazón de los cueveros, y fundó para ellos las Escuelas del Sagrado Corazón que aún perduran.
En Guadix fue ordenado sacerdote en 1897 y permaneció allí hasta 1905.
Una acción educativa coordinada
Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, atalaya hacia el panorama español y europeo, se dedicó a la oración y al estudio durante siete años. Contemplando a la Santina y mirando hacia Europa, vislumbró el desafío que plantearía a España una educación para todos y propuso una acción unificada de los católicos en el campo pedagógico. Impulsó numerosas iniciativas y publicó folletos y artículos en la prensa para llamar la atención sobre el problema.
De nuevo, empezó haciendo. En Oviedo, en 1911, inició la primera Academia. Un centro educativo residencial para jóvenes que accedían a los estudios del Magisterio y después ocuparían sus puestos en la enseñanza estatal. Lo mismo hizo en Linares (1912).
En 1913 se trasladó a Jaén, donde fue canónigo de la Catedral, se hizo Maestro y trabajó como profesor del Seminario y de las Escuelas Normales. Allí conoció a María Josefa Segovia, a quien pidió dirigir una Academia en la ciudad, (1913), convirtiéndola en su principal colaboradora. Ella fue la primera Directora General de la Institución Teresiana. Desde Jaén Poveda impulsó la extensión de su Obra a otras ciudades de España. En 1914 fundó en Madrid la primera residencia universitaria femenina de España.
Encarnación y humanismo cristiano
En 1917, la Institución Teresiana quedó inscrita en el registro de asociaciones civiles de Jaén según la vigente Ley de Asociaciones y fue aprobada entre las asociaciones diocesanas, según el Código de Derecho Canónico recién promulgado. Quedó constituida desde el principio como una institución laical con diversas asociaciones. Se acogía a la titularidad de Teresa de Jesús, en quien Poveda encontró un modelo de verdadero humanismo centrado en Dios, mujer de oración y de acción. Porque los asociados no vivirían en conventos sino en medio de la sociedad, les propuso como estilo de vida el de los primeros cristianos, siendo luz y sal en medio de las gentes.
En 1924 la Obra de Poveda fue reconocida a perpetuidad por el Papa Pío XI. Cuatro años después, la Asociación impulsó la presencia de sus miembros fuera de España: en América (1928) y en Italia (1934).
La primera iglesia dedicada a San Pedro Poveda se encuentra en India.
ETAPAS en la vida de San Pedro Poveda
Linares: Pedro Poveda Castroverde (1874-1936), nace el 3 de diciembre en Linares, provincia de Jaén (España). Estudia en Jaén y Guadix (Granada) en donde se ordena sacerdote en 1897. En 1900 obtiene el título de Bachiller en Teología en el Seminario de Guadix y más tarde el de Licenciado en Sevilla.
Guadix (1894-1905). Despierta su vocación por la promoción humana y social de los sectores marginados. Entabla contacto con los vecinos del Barrio de las Cuevas, se identifica con sus problemas económicos y su situación social, comparte su modo de vivir y realiza una labor educativa mediante la creación de las Escuelas del Sagrado Corazón, un proyecto que perdura hoy, encomendado a la Institución Teresiana.
Covadonga (1906-1913). Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, además de sus actividades como canónigo, se dedica al estudio de las cuestiones pedagógicas. La situación ideológico-educativa de España atrae singularmente su atención y, en 1911, inicia desde Oviedo un movimiento de creación de Academias y Centros Pedagógicos, concebido como pieza de un vasto plan para la formación cristiana y la renovación pedagógica del profesorado del Magisterio, el fortalecimiento de sus vínculos profesionales y la introducción, en el ámbito educativo nacional, de los métodos de enseñanza europeos.
Jaén (1913-1921). Es profesor del Seminario, de las Escuelas Normales y del Instituto de Segunda Enseñanza. Consciente de las dificultades que enfrentan las mujeres que quieren acceder a la educación superior, impulsa y desarrolla el movimiento pedagógico de las Academias en todo en todo el país, apostando por el derecho de la mujer a la cultura. En 1917 recibe la aprobación diocesana y civil de la asociación Institución Teresiana por él fundada.
Madrid (1921-1936). Nombrado capellán de la Casa Real en 1921 se instala en la capital e inicia la etapa definitiva en la consolidación y ampliación de sus proyectos. En esta etapa se relaciona y colabora con las principales asociaciones y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que se esfuerzan por defender la autonomía de la labor docente y por ofrecer una alternativa creyente ante la creciente secularización de la nueva época que se inicia.
Acompaña esta actividad con numerosas publicaciones encaminadas a establecer las bases teóricas y metodológicas de sus planes de reforma educativa y de la continuidad de su Obra: Recibe, en 1924 la aprobación pontificia de la Institución Teresiana que cuatro años más tarde, en 1928, inicia su expansión internacional: Chile (1928), Roma (1934) y posible misión en África (1934).
Muere como mártir al comienzo de la guerra civil española, el 28 de julio de 1936. Su autodefinición en el momento en que lo detienen fue: "Soy sacerdote de Cristo".
En 1974, con ocasión del centenario de su nacimiento es reconocido como Humanista y Pedagogo, por la organización mundial de la UNESCO.
El 10 de octubre de 1993, es beatificado como mártir por Juan Pablo II, en Roma.
El 4 de mayo de 2003 es canonizado en Madrid por Juan Pablo II.